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Historia (Santiago)

On-line version ISSN 0717-7194

Historia (Santiago) vol.51 no.1 Santiago June 2018

http://dx.doi.org/10.4067/s0717-71942018000100286 

Reseñas

Desarrollo y desigualdad en Chile (1850-2009). Historia de su economía política

José G Díaz Bahamonde1 

1Instituto de Economía, Pontificia Universidad Católica de Chile

Rodríguez Weber, Javier E. Desarrollo y desigualdad en Chile (1850-2009). Historia de su economía política. Santiago: Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, colección Sociedad y Cultura, 2017. v. lxi, 302p.

La investigación en historia social y económica chilena tiene buenos motivos para declararse más activa y vigente que nunca. Nuestro país cuenta hoy con sendos estudios sobre temas tradicionalmente considerados complejos por la dificultad de acceso a información: sabemos hoy mucho más sobre la evolución de los salarios en el Chile decimonónico gracias al quehacer de Mario Matus11 y contamos con una ingeniosa exploración sobre las características de la pobreza gracias a la investigación de Macarena Ponce de León12 . Entre otros trabajos, ambas investigaciones mencionadas iluminan aspectos del desarrollo chileno en el largo plazo combinando búsqueda de fuentes novedosas, manejo de antecedentes cuantitativos y un análisis riguroso.

El trabajo que comentamos, una versión revisada de la tesis doctoral del autor, se suma a esta notable serie de investigaciones. El tema que ocupa a Javier Rodríguez es nada menos que la evolución de la distribución del ingreso en Chile, ¡desde 1850! Pese a lo ambicioso del desafío, dados los resultados obtenidos es de agradecer que el autor no se haya desalentado ni desfallecido para dar cumplimiento a una empresa que, sin duda, marca un hito en la investigación en historia económica chilena.

Como es sabido, Chile hoy es uno de los países con mayor desigualdad en la distribución de ingreso en América Latina, si bien se han observado leves mejoras en los últimos años. A modo de referencia, baste indicar que lidera en desigualdad en distribución del ingreso entre los países de la OECD: mientras el promedio del coeficiente de Gini de estos países es 0.318, Chile registra 0.465 (2014)13. Los alcances y desafíos de la desigualdad en la distribución del ingreso son temas que se han tomado la discusión pública reciente y, en este contexto, la publicación del texto de Javier Rodríguez ofreciendo una mirada de largo plazo es una contribución valiosa al debate, así como lo es el texto de Claudio Sapelli, aparecido el año pasado14.

Un primer mérito de esta investigación, es que se trata de un estudio apoyado en una definición metodológica robusta y moderna, con una importante discusión de fuentes, datos, estrategias y teorías alternativas. El lector encontrará abundante información sobre el puzzle entre crecimiento económico y distribución del ingreso, las dificultades para obtener información comparable a través del tiempo y las decisiones adoptadas para realizar la investigación. Aunque alguno de estos elementos puede ser objeto de controversia, su planteamiento claro y replicable constituye una primera novedad.

Un segundo mérito del libro es que el autor propone una evolución de la distribución del ingreso en Chile para un periodo de más de un siglo, cubriendo desde 1850 y hasta 2009. Para ello emplea la construcción meticulosa de “tablas sociales” y produce indicadores de largo plazo para el coeficiente de Gini (véase su gráfico N° 5) y otras medidas distributivas (por ejemplo, el porcentaje de ingreso captado por el percentil más rico). Solo este resultado ya amerita un reconocimiento, pues se trata –hasta donde sabemos– del primer aporte de este tipo no solo para Chile sino para cualquier economía no desarrollada15. Por razones de espacio, las tablas con la información de base no se encuentran en el texto, pero sí se indica cómo acceder a ellas en el Apéndice metodológico.

Aceptando los datos aportados, el escenario chileno es bastante lúgubre: aunque con fluctuaciones, siempre la desigualdad en la distribución del ingreso ha sido alta. De hecho, el coeficiente de Gini calculado por Javier Rodríguez siempre supera el valor 0.45, que corresponde a una “alta desigualdad” según el criterio del Conference Board of Canada16. Este resultado de la investigación contribuye a dilucidar la polémica respecto al momento en que habría comenzado la alta desigualdad latinoamericana presente. Ewat Frankema17 y Jeffrey Williamson18 han sugerido que esta característica regional no derivaría de la herencia colonial o de la pos-Independencia sino que provendría de los efectos del ciclo exportador observado en el último cuarto del siglo xix. A diferencia de ambos analistas citados, el autor posee una base de datos que le permite afirmar que la desigualdad en Chile siempre ha sido alta y que los periodos de reducción de desigualdad no fueron lo suficientemente decisivos como para alterar este panorama.

Un tercer aspecto a destacar de la investigación es que, sobre la base del conjunto de antecedentes analizados, el autor se atreve a caracterizar la “economía política” de Chile, es decir, la relación entre régimen institucional y distribución del ingreso, proponiendo una periodificación que resulta de la trayectoria de su principal indicador –el coeficiente de Gini. Con esto, se inscribe en una exclusiva lista de especialistas en historia de Chile y como un pionero de la interpretación de la marcha de la desigualdad en el país en el largo plazo.

La secuencia de capítulos del libro sigue así la periodificación identificada por el autor: el periodo 1850-1873 –“Globalización e inercia institucional– aparece como una etapa de desigualdad creciente, mientras que en el periodo 1873-1903 –“Crisis y expansión de La Frontera”– se revierte fuertemente esta tendencia. La explicación avanzada por el autor para este último fenómeno descansa en las pérdidas de ingresos ocasionadas por la crisis de 1873 para la élite mientras surgían nuevas oportunidades creadas por la expansión territorial al sur con acceso más igualitario a la propiedad.

Entre 1903 y 1938 –“El retorno de la desigualdad y el fin de la República Oligárquica”– la desigualdad vuelve a aumentar para, una vez más, retroceder en 1938-1970 –“La República Mesocrática”. En esta ocasión la explicación de las mejoras distributivas se apoya en el más activo papel del Estado, la creciente democratización del proceso político y la definición de las relaciones laborales.

Finalmente, la etapa más reciente, 1973-2009 –“La herencia de la dictadura y la deuda de la democracia”– señala un retorno al aumento en la desigualdad en la distribución del ingreso.

Un último mérito del trabajo es que abunda en afirmaciones que en sí mismas pueden servir como conjeturas iniciales para futuras investigaciones (ello porque no siempre hay pruebas empíricas totalmente definitivas para confirmar o refutar ciertas aseveraciones). Entre otras se menciona la relación entre inflación y organización sindical (desigualdad), la experiencia de colonización del sur como fuente de desigualdad, y la controversia sobre el sesgo político antiagrícola del periodo 1938-1973.

Por supuesto, un trabajo de esta índole, sobre un tema controversial, está llamado a crear polémica, por sus métodos, resultados e interpretaciones. Hay aspectos de la investigación que merecen algunas aclaraciones y en las líneas siguientes se destacan algunos de ellos.

Con respecto a la metodología de tablas sociales, se trata de un procedimiento estándar y bastante validado. Sin embargo, la información es sensible a la decisión sobre los niveles de los salarios. Por ello debemos ser conscientes de que a medida que nos alejamos del siglo xx el perfil del Gini es siempre más conjetural. El autor ha hecho un esfuerzo valioso por indicar los márgenes de error y el lector debe ser cuidadoso en la interpretación de estos antecedentes.

La investigación muestra que los mejores momentos en la reducción de la desigualdad en la distribución del ingreso fueron 1873-1903 y 1938-1970. Curiosamente, en ambos casos el papel del Estado en materias económicas y sociales fue muy diferente: pasivo en el primer periodo, muy activo en el segundo. ¿Alguna de estas experiencias fue mejor que la otra? Sería interesante evaluar este punto a medida que se cuente con los medios para ello.

Justamente, creemos que el resultado del periodo 1873-1903 es el más llamativo porque parece ir contra la sabiduría convencional. Básicamente, la investigación muestra que en la primera fase del ciclo salitrero la distribución del ingreso mejoró en forma significativa (de hecho, el coeficiente de Gini cae desde 0.59 a 0.44 ente 1880 y 1903, según el gráfico N° 9). Queremos ser precisos en indicar que no afirmamos que el autor esté equivocado: lo que quiere decir es que este resultado obliga a repensar cuál fue el efecto social agregado del ciclo salitrero. Si tenemos la impresión de un periodo con bajas remuneraciones e importantes ganancias en el sector salitrero, lo que nos haría pensar en un aumento de la desigualdad, ¿cómo es esto compatible con el resultado de Javier Rodríguez? Una conjetura plausible es que la dinámica de los otros sectores de la economía requiere un mayor estudio.

Seguramente como un resultado de la disponibilidad de fuentes e investigaciones previas, el tratamiento de los periodos está desbalanceado. En nuestra opinión la etapa 1938-1970 está “sobre analizada” y se corre el riesgo de caer en extremos de idealización (una suerte de “paraíso perdido”). De hecho el desempeño económico chileno del periodo es mucho menos impresionante que el relatado cuando se observa en relación con economías similares. Por otro lado, buena parte de las reformas sociales de la etapa 1938-1970 –incluyendo las reformas laboral, sanitaria y educacional– tienen su origen en la intervención de los militares a mediados de la década de 1920. En el caso chileno, es llamativo que los militares no estuviesen integrados ni a la oligarquía ni a las clases bajas como sucede en otras experiencias políticas. Su papel en este tipo de temas merece una mayor atención.

A su vez, consideramos que el periodo reciente −1973-2009– está “sobre criticado” (y casi demonizado). Aquí el autor sostiene que el aumento de la desigualdad o el desinterés político por el tema tras el retorno de la democracia refleja la captura del Estado por parte de la élite. Sobre este punto quisieramos ofrecer algunas consideraciones que pueden sugerir una interpretación alternativa.

Primero, al retornar la democracia lo urgente era consolidar el régimen político. No puede olvidarse que la instalación del primer gobierno posdictadura estaba lleno de incertidumbre sobre la capacidad de los civiles para mantener la paz –Agusto Pinochet casi fue asesinado a fines de la década de 1980 y un senador de derecha fue ejecutado al mes de comenzar el gobierno democrático– y sobre la actitud de los militares en democracia –se acuartelaron a fines de 1990. Segundo, es indicativo que en la elección de 1999-2000 el candidato Ricardo Lagos (socialista) prácticamente empatara con el candidato de derecha en primera vuelta. El lema de Ricardo Lagos era “Crecer con igualdad” (énfasis distributivo) y debió modificarlo a “Chile mucho mejor” (énfasis en crecimiento) para asegurar su elección. Tercero, como bien indica el autor, si bien la distribución del ingreso no presenta mejoras en la década 1990, la tasa de pobreza cayó significativamente. Es decir, restricciones políticas, preferencias de los votantes y menor pobreza, todo ello en el contexto de una economía creciendo a buen ritmo, pueden explicar también por qué la discusión sobre distribución del ingreso fue postergada.

Finalmente, un aspecto que valdría la pena desarrollar más es la relación entre el proceso chileno y lo que sucedía en el contexto internacional. Por supuesto, esto es sensible a la disponibilidad de información. Sin embargo, y especialmente en el siglo xx, pareciera que las tendencias de la desigualdad son similares19. De ser esto así, ¿continúan siendo válidas la hipótesis del autor sobre el origen de la desigualdad en Chile?

En resumen, estamos ante un trabajo llamado a convertirse en referencia imprescindible acerca del devenir de la economía chilena. Historiadores, politólogos, profesores, sociólogos, políticos e interesados en general no pueden ignorar este trabajo para alimentar sus reflexiones. Es, además, un ejemplo de las posibilidades de una investigación rigurosa, abordada con seriedad y ánimo constructivo, para tratar la desigualdad en una economía no desarrollada. Las lecciones a extraer pueden ser objeto de discusión, pero se cuenta ahora con una base mejor para plantear los términos del debate.

La edición preparada por el Centro de Investigaciones Diego Barros Arana complementa el texto con una cuidada selección de fotografías pertinentes.

11Mario Matus, Crecimiento sin desarrollo. Precios y salarios reales durante el Ciclo Salitrero en Chile (1880-1930), Santiago, Universitaria, 2012.

12Macarena Ponce de León, Gobernar la pobreza. Prácticas de caridad y beneficencia en la ciudad de Santiago, 1830-1890, Santiago, Ediciones de la dirección de Bibliotecas Archivos y Museos, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, colección Sociedad y Cultura, 2011, vol. li.

13Información publicada en la página web de la OECD. Disponible en www.oecd.org/social/inequality.htm [fecha de consulta: 6 de mayo de 2017]. El coeficiente de Gini es un indicador que resume la distribución del ingreso de una población y su rango va desde cero (perfecta igualdad) hasta uno (perfecta desigualdad).

14Claudio Sapelli, Chile: ¿más equitativo? Una mirada a la dinámica social del Chile de ayer, hoy y mañana, 2ª ed., Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 2016. Un curiosidad es que tanto Javier Rodríguez y Claudio Sapelli son uruguayos.

15Si bien es cierto que Leandro Prados de la Escosura ha computado indicadores de desigualdad para un conjunto de países latinoamericanos (entre ellos, Chile) desde el siglo xix, tales indicadores provienen de estimaciones indirectas y solo disponibles para algunos años. Leandro Prados, “Inequality and Poverty in Latin America: A Long-Run Exploration”, in Timothy Hatton, Kevin O'Rourke and Alan Taylor (eds.), The New Comparative Economic History. Essays in Honor of Jeffrey G. Williamson, Cambridge, The MIT Press, 2007, pp. 291-315.

16The Conference Board of Canada, “World Income Inequality. Is the world becoming more unequal?”, disponible en www.conferenceboard.ca/hcp/hot-topics/worldinequality.aspx [fecha de consulta: 6 de mayo de 2017].

17Ewat Frankema, Has Latin America Always Been Unequal? A Comparative Study of Asset and Income Inequality in the Long Twentieth Century, Leiden, Brill, 2009.

18Jeffrey Williamson, “Five centuries of Latin American income inequality”, in Revista de Historia Económica – Journal of Iberian and Latin American Economic History, vol. 28, Cambrigde, 2010, pp. 227-252.

19Thomas Piketty, Capital in the Twenty-First Century, Cambridge, The Belknap Press of Harvard University Press, 2014.

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